Tito Tricot
ALAI AMLATINA, 11/09/2014.- Hace 41 años nos despertamos de golpe. De golpe de Estado. Un golpe a las costillas, al bajo vientre, a los testículos. Qué se yo: a los dientes. Un golpe de madrugada que nos dejó tendidos en el suelo, boca arriba nos dejó, sin entender lo que pasaba. Magullados de golpe de Estado despertamos y de golpe de Estado nos levantamos y de golpe en golpe nos asesinaron y de golpe en golpe nos torturaron y de golpe en golpe nos desaparecieron. Y nosotros aún sin comprender cómo era posible que sucediera en este país del fin del mundo donde nunca pasaba nada, o al menos así nos habían hecho creer. Pero vivíamos una ilusión de país porque nada más bastaba mirar el cristal de la historia para ver reflejado en sus retazos de vidrio las matanzas de indígenas o las masacres obreras. Y siempre la clase política y siempre los ricos y siempre los militares. Como hace 41 años cuando nos despertamos de golpe. De golpe de Estado. Y quedamos en tal estado que no lográbamos entender a los otros estados: al Estado con uniforme, al Estado de Sitio, al Estado de Excepción, al Estado de Emergencia. Estábamos como petrificados en el estado del miedo absoluto, en la angustia de lo desconocido, clavados en la arena con estalactitas de hielo ardiente que nos horadaban el alma.
En Valparaíso nos despertamos de golpe. De golpe de Estado, antes que nadie, porque la Armada se encargó de ello con artera diligencia y en conjunto con otros Estados: los Estados Unidos, cuyos barcos de guerra se encontraban en el puerto realizando ejercicios navales con la Marina chilena. Demasiados Estados juntos hacen un golpe de Estado y un golpe de Estado hace una dictadura y una dictadura hace el terror por 17 años, algo que nunca pensamos cuando nos despertamos de golpe, de golpe de Estado hace 41 años. Porque muchos sabíamos que la posibilidad de un golpe militar existía, sin embargo eran pocos los que podían imaginar la magnitud de lo que advendría. Porque ¿Quién puede trazar las brasas del infierno si apenas conoce las brisas del aleteo de un ángel? ¿Quién puede dibujar el horror de la sala de torturas, los gritos, los llantos, el pavor? ¿Quién puede sospechar las violaciones, las flagelaciones, las mutilaciones, la corriente, las amenazas, las ejecuciones, los secuestros, las desapariciones? ¿Quién puede delinear la cárcel, el exilio, los asesinatos? ¿Quién podría jamás haber imaginado que la dictadura militar y civil que se entronizó en Chile por casi dos décadas sería capaz de agenciar tanto horror? Nadie pienso yo. Quizás los militares chilenos y los civiles de derecha que disfrutaron o enriquecieron con el sufrimiento de millares de compatriotas. Tal vez no, pero lo que está claro es que si no lo imaginaron, nada hicieron para impedirlo, absolutamente nada, al contrario, perfeccionaron la maquinaria del terror.
Aquellos que creen en Dios, probablemente se preguntarán porqué éste no previó lo que iba a acaecer o, cuando nos despertaron de golpe de Estado, no utilizó su omnipotencia para detener la tragedia. A lo mejor lloró tanto que mientras el agua escurría por su rostro cayó fulminado por un rayo de fuego y no alcanzó a gritar ¡basta! Quién sabe, lo único cierto es que aquel golpe del martes once de septiembre nos dejó aturdidos y contundidos, pero de golpe en golpe nos levantamos de nuevo y de golpe en golpe resistimos y de golpe en golpe nos organizamos en las poblaciones, universidades, cerros, colegios, barrios, centros culturales, medios alternativos, entre muchos otros frentes de lucha. En las calles se movían los golpeados por el golpe, a tropezones primero, confundidos y furiosos, dolidos e indignados, porque nadie tiene derecho a despertarte de golpe de Estado y menos de madrugada. En realidad, nadie tiene el derecho a despertarte, porque uno puede soñar hasta más allá del horizonte si lo desea, como lo hizo el gobierno de Salvador Allende que intentó dibujar un futuro de justicia social en aquel presente de hace ya cuarenta años.
Hace 41 años nos despertamos de golpe. De golpe de Estado y hoy nuevamente algunos, tanto en la derecha como en el gobierno quieren sembrar el miedo atemorizando al pueblo con leyes anti-terroristas de la época de la dictadura. Otros más amenazando con revivir a grupos paramilitares de ultraderecha. Por eso hay que gritar fuerte y claro: ¡en este país no queremos despertarnos más de golpe de Estado!
– Dr. Tito Tricot, Sociólogo, es Director del Centro de Estudios de América Latina y el Caribe-CEALC